top of page

Escritura

  al margen

 

Sólo yo la conozco

Por Martha Isabel Cuéllar

 

Y

o reconozco a mi dueña. Siempre me toma con prisa, con rostro de preocupación, extrañando, aún sin partir, el calor de su hogar. Mi recorrido es rutinario, autopista intermunicipal y nada más. Desde hace tiempo ella se niega a pasear conmigo por la ciudad. He escuchado que prefiere a mi rival, a ese que no la fatiga y la trata más suave que mi viejo esqueleto.

 

Sus manos me transmiten la satisfacción y el cansancio de su día trabajando. Lo siento cuando quita de encima de mí la pijama gris, con la que me arropa durante toda la tarde, mientras me quedo escuchando a los estudiantes.

 

 

La tranquilidad o desasosiego con la que toma mi acelerador determinan el ánimo con el que se dirige para su casa. A esta hora de la noche extraño la alegría con la que contagió toda mi máquina al medio día, claro, no sucede lo mismo cuando debe madrugar, siempre reniega de su jefa y de los ajustes en los horarios. Sin importar si es de día o de noche, siempre le escucho los mismos pensamientos, su mente no descansa. Yo siempre respaldo a mi jinete.

 

Mi máquina ha sido intervenida y mi apariencia mejorada, yo soy su orgullo. Muchos me quieren alejar de ella pero su corazón me pertenece, le es imposible dejarme ir. Por eso siempre me burlo de mis posibles compradores.

 

Yo por mi parte, pagaré con fidelidad ese voto de amor, claro, no le contaré a nadie más, excepto a usted, queridísimo lector, de aquellos momentos de consuelo que ha buscado en mí, no de manera literal sino hablando con ella misma mientras me conduce, permitiéndome escucharla, buscando consuelo durante los treinta minutos que trabajo para ella y antes de los usuales saludos al llegar a su destino, allí cuando alguien aparece, en ese instante, nuestra conversación termina.

 

Mi dueña es una mujer que conversa en silencio, llora y olvida con facilidad, asegura que esa es la única manera de vivir.

 

Bueno, no les puedo contar más, ella ya casi llega hasta mí, trae las llaves en su mano empuñada y su mirada me dice que hoy también salimos de afán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

bottom of page