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Escritura

  al margen

 

Sueños ajenos

Por L.C. Bermeo Gamboa

 

El dios de la brevedad es escurridizo en la literatura, pero sus apariciones son siempre agradecidas por los lectores, como en este caso que nos encontramos con un libro que no excede las cuarenta páginas, alabado sea.

 

Antonio Tabucchi, recién ido el año 2012, fue uno de los últimos herederos de la más clásica genealogía de narradores europeos, pero el término debe ser fabuladores originales, aquellos cuyo único propósito es lograr que el lector sueñe, o en su defecto que no despierte. En un bosquejo de su ascendencia estarían: Homero, Esopo, Luciano, Ovidio, Bocaccio, Basile, los anónimos autores de las mil y una noches, Perrault, los hermanos Grimm, Borges y Calvino.

 

El motivo que origina esta serie de veinte relatos cuyo protagonista o es un músico, o un pintor, o un poeta y/o escritor, exceptuando a Freud —que para Tabucchi es más un novelista extraviado en la ciencia— y a 

Dédalo que es un mito. El motivo decía, consiste en soñar sueños de otro, lo cual es menos obvio de lo que parece. El autor se propuso, contrario a la costumbre de que cada sueño es propio de nuestra imaginación —es decir del que sueña—, Tabucchi narra sueños que acepta son de otro, aunque él también los ha soñado. Las mil y una noches abusan de este motivo, más sutil fue Calvino en sus Ciudades invisibles cuando nos cuenta de tres hombres que tuvieron un mismo sueño donde veían a una mujer en una ciudad, fueron a su encuentro en el desierto y no hallando nada más que su deseo y a ellos mismos, fundaron la ciudad en ese lugar.

 

De este modo sucede cuando nos cuenta que Francois Rabelais escritor y fraile retirado, acostumbrado al ayuno y obligado por la pobreza sueña que comparte un banquete con Pantagruel rey de la comida y el vino, en su sueño Rabelais se iguala con el apetito del gigante e ingiere tanta comida como aquel, podríamos pensar que el hambre padecida por el fraile durante su existencia fue la medida de su propia creación. Los sueños de Cecco Angiolieri, Francois Villon, Giacomo Leopardi, Claude Debussy, Anton Chejov y Federico García Lorca que Tabucchi sueña son logrados juegos narrativos tomados de la biografía y la obra de estos soñadores que prestan su simbología a otro soñador para que la reconstruya.

 

Borges, que nunca logró salir del laberinto editorial, aceptó en 1976 la publicación de un Libro de sueños donde juntaba algunos de sus propios sueños con los clásicos de la literatura, de este hay que decir que no pasa de ser un inventario con muchas faltas de los clásicos y de la propia obra de Borges, en este libro que alcanza la centena de páginas sucede el efecto inverso del sueño y la vigilia, puesto que hay una sucesión de narraciones oníricas se nos vuelven normales y a no ser para su curiosa consulta, terminan cansando, sin embargo, el prólogo que Borges escribió allí vale y vende. Pero como obra acabada es un libro apresurado en el que Borges pudo lograr algo mejor como en algunas de sus obras compartidas, seguro faltaba otro soñador —¿qué sugerencias habría hecho Bioy?—. Este Libro de sueños puede ser un rebuscado precedente del libro de Tabucchi que sí logró mantener la novedad en cada uno de sus sueños, el sueño de Freud es una deliciosa burla del Freud psicoanalista y un argumento a favor del Freud literato.

 

Al final están Los tres últimos días de Fernando Pessoa, este poeta al que Tabucchi dedicaría muchos más de su propia vida, baste decir que Pessoa es despedido por todos sus heterónimos que también mueren ese día y que no lo saben.

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